42 horas esperando a Pau 👶
Tras 7 domingos consecutivos escribiendo el post, se cortó la racha.
El domingo pasado fue el primero con Pau en casa, y el anterior mi mujer tuvo un primer amago de romper aguas, y no tenía la cabeza para escribir acerca de nada.
Hoy, me apetece contaros como ha sido la llegada de mi hijo Pau al mundo, y como lo hemos vivido.
Como os decía, el domingo día 12, mi mujer notó una pequeña perdida al levantarse a mear por la mañana.
Como fue poquita cosa, no le dimos importancia, aunque nos hizo quedarnos en estado de alerta.
El día siguiente, lunes, transcurrió con total normalidad, hasta que poco después de acostarnos, sobre las 2:30 de la madrugada, se levantó a hacer pis y al volver me dijo que esta vez sí que había roto aguas de verdad.
Como habíamos ido a todas las clases preparto habidas y por haber, sabíamos que podíamos quedarnos tranquilamente 3-4 horas en casa sin problema.
Y así lo hicimos.
Eso sí, de dormir, ni hablar.
A las 6:00 nos fuimos al hospital, y allí, tras una primera prueba, nos confirmaron que sí, que había roto aguas, aunque muy poquito, y había que ver como evolucionaba todo a partir de ese momento.
Calma.
Nos mandaron a una habitación, y nos indicaron que a las 12:00 valorarían de nuevo la situación.
A las 12:00, como no había avanzado mucho, rompieron la bolsa desde abajo para acelerar ya todo el proceso.
En ese momento, pensé, esto ya empieza.
Nos volvieron a mandar a la habitación, y nos citaron en la sala de dilatación de nuevo a las 20:00.
Mi mujer se pasó toda la tarde haciendo ejercicios para favorecer que la cabecita del niño bajase y el cuello del útero se borrase por completo, para así poder empezar con el parto.
Pero no hubo manera.
Fue gracioso ver como estando en una habitación tan pequeña y con tan poca intimidad como las del hospital general de Castellón, la familia de al lado iba recibiendo visitas todo el día, pues ya habían sido papás, y todo el mundo flipaba al encontrarse con mi mujer bailando como si estuviese de fiesta, y yo leyendo al lado.
A las 20:00, cuando la volvieron a ver, nos dijeron que seguía verde, y que, si no se ponía de parto esa misma noche, nos volveríamos a ver en esa misma sala a las 6:00 de la mañana.
Por un lado fue un poco bajón para mi mujer, pues toda la tarde de bailoteo había servido de bien poco.
Pero por otro, fue un alivio, ya que había sido un día muy largo, y la idea de poder descansar y arrancar de nuevo al día siguiente, sonaba muy bien.
Cenamos, e intentamos dormir.
A las 3 de la mañana, Carla empezó con contracciones, y se levantó de la cama.
Empezó de nuevo con sus bailes, sentadillas, giros de caderas estando de cuclillas, y todos los ejercicios que había aprendido que favorecían el parto.
A las 6:00 nos llevaron de nuevo a la sala de dilatación, sabiendo que, esta vez sí, ya no volveríamos a la habitación siendo solo dos.
La valoraron, y nada, seguía verde.
Tocaba seguir esperando.
Pero esta vez la espera iba a ser más activa, ya que le empezaron a meter oxitocina.
No tengo mucha idea de qué es, pero por lo que entendí, es una hormona que genera su propio cuerpo, y que favorece tener contracciones para el parto.
Y si le metes un chute extra, pues hace que todo vaya más rápido.
Pero vamos, no me hagáis mucho caso.
A mí con eso me vale, pero el que quiera saberlo a ciencia cierta, que lo busque.
Total, que se pasó toda la mañana con contracciones y cada vez eran más dolorosas y más seguidas.
Estuvo sentada en la pelota, haciendo respiraciones, de pie, de lado, tumbada, de todas las maneras habidas y por haber.
Y con la ayuda del gas de la risa, para poder soportar mejor el dolor.
Cuando a las 12:00 la volvieron a valorar, y nos volvieron a decir que había avanzado muy poco, fue de nuevo un jarro de agua fría.
Cuando llegamos el martes a las 6 de la mañana, nos dijeron que tenía que borrarse el poquito cuello de útero que quedaba, y que cuando lo hiciese, se consideraría que estaba dilatada 2 cm.
Miércoles a las 12:00 de la mañana, después de todo, nos dijeron que estaba de 3 cm.
Tiene que llegar a 10 cm para empezar la fase expulsiva, así que los números en ese momento no salían.
Si con todo el esfuerzo realizado y el sufrimiento sobre todo de esa mañana, había avanzado tan poquito…
Decidimos que era momento de poner la epidural, ya que las matronas nos dijeron que quizás así se relajaría, y el cuerpo por si solo terminaría de dilatar.
Me hicieron salir de la habitación, le pincharon, y cuando volví a entrar estaba muy relajada.
Me dijeron que ahora ella era mejor que descansase un rato, así que aproveché que se quedó dormida, para ir a comer.
Mira que yo siempre tengo hambre, pero ese día, y en ese momento, tenía el estómago cerrado.
Comí un platito de arroz al horno, y me volví rápidamente a la habitación.
Había pasado media hora, y ella dormía profundamente, así que me puse a leer un poquito y a prepararme mentalmente de nuevo para poder ayudarla en lo que pudiese.
La dejaron dormir hasta casi las 16:00.
En ese momento, vieron que estaba de 5 cm, y le volvieron a conectar la oxitocina.
Ahora sí que sí, esto ya va.
Pero no va bien.
Carla me empieza a decir que nota mucho dolor, que no le parece normal.
Trato de calmarla y animarla para que siga con las respiraciones, que tan bien ha hecho durante todo el día.
No hay manera.
El cacharrito que tenía conectado con la epidural, tenía la posibilidad de apretar un botoncito y meterte como un chute extra.
Lo usamos.
No hace efecto.
Llamamos a las matronas y estas llaman al anestesista.
Cuando viene, le mete él otro chute extra pero con una jeringuilla.
Nos dice que como mucho en 10 minutos debería notar mucho alivio.
Esos 10 minutos se hacen eternos, y nada, no hay alivio.
Al revés, el dolor va en aumento.
Aguanta un poco más Carla, ahora te hará efecto.
Pero después de 20 minutos agónicos, no hay ningún signo de alivio, y volvemos a llamar al anestesista.
Le dieron la vuelta, y vieron que el catéter de la espalda por donde tenía que entrar la anestesia, se había salido.
Total, que se había derramado todo por su espalda, y así, poco efecto había tenido pobre.
La valoraron de nuevo, y estaba dilatada ya de 9 cm.
Faltaba la fase expulsiva nada más.
Había hecho toda la dilatación, a pelo.
En ese momento no sabíamos si reír o llorar.
Mientras tanto el anestesista nos comentaba que podía volverla a pinchar, pero que no sabía si haría efecto ni si valía ya la pena.
La matrona por otro lado, comentaba que al ser madre primeriza, aún quedando solo la fase expulsiva, podía alargarse a 3 o 4 horas más sin problema.
Al escuchar eso Carla se quería morir, y seguía retorciéndose de dolor.
Y yo ya desesperado, le pregunté a la matrona si no podían hacerle una cesárea ahora que todavía estábamos a tiempo y a tomar por el culo.
Me dijo que eso era una locura, que estaba yendo todo genial, y que no teníamos que perder la calma.
Decidimos que la mejor opción era pincharla de nuevo y ver si esta vez salía todo bien y sí que le hacía efecto.
A las 17:40 me volvieron a indicar que saliese de la habitación, y la volvieron a pinchar.
Cuando pude volver a entrar a los 20 minutos, mi mujer volvía a estar calmada como a medio día.
De nuevo, me dijeron que lo mejor era que volviésemos a apagar la luz, y la dejásemos descansar.
Allí estaba yo, de nuevo, con mi mujer durmiendo y yo sentado a oscuras, con la única luz que emitía el monitor que marcaba las pulsaciones de Pau, las pulsaciones de Carla, su tensión, oxígeno, y la intensidad de las contracciones que iba teniendo.
No os podéis imaginar, para un tío tan hipocondríaco como yo, lo que supuso tener ese monitor delante de mí durante todo el día.
A las 19:30 ya estaba lista.
A las 20:00 entraron las matronas para empezar con la fase expulsiva.
Y a las 20:22 ya teníamos a Pau con nosotros.
Por suerte, después de todo el sufrimiento, de dos epidurales, y de lo largo que se hizo, el parto en sí fue una maravilla.
Sin necesidad de cambiar de habitación, y con tres empujones contados, Carla pudo sacar a Pau y los dos pudimos verlo.
Ninguno de los dos teníamos especial ilusión, pero las matronas insistieron tanto, que al final accedimos a verlo los dos.
Y la verdad es que fue una pasada.
En el primero asomó la parte alta de la cabeza y pudimos ver ya su pelo, en el segundo sacó la cabeza entera, y en el tercero salió ya por completo.
Colocaron a Pau encima de su mamá, para que pudiese hacer piel con piel con él, y ofrecerle su pecho, y luego el parto finalizó con la expulsión de la placenta y 5 o 6 puntitos de regalo para la mamá.
Un ratito después, dejamos a Carla sola para ir a pesar y medir a Pau, y luego de los papeleos pertinentes, nos mandaron a la habitación.
Esa noche, pese al cansancio, ninguno de los dos pudo prácticamente pegar ni ojo.
Y 11 días después, seguímos sin poder hacerlo…🤣🤣🤣🤣🤣
Otro día os cuento cómo estamos viviendo estos primeros días.
Todo lo que te cuentan acerca de la paternidad te parece exagerado, hasta que lo vives en primera persona.
O, al menos, eso me ha ocurrido a mi.
Un abrazo.