Carla y yo nos casamos en mayo de 2018, y desde finales de ese año, teníamos el objetivo y la ilusión de formar una familia.
Las cosas no fueron todo lo fáciles y rápidas que uno de normal espera, y tuvimos que esperar un poquito.
Nada más, y nada menos, que cuatro largos años para que llegase el ansiado y feliz momento.
Quizás, si os apetece, y nos apetece, en otro post os cuento como fueron esos cuatro años.
Sigamos.
“Carles, que ha salido positivo!”
“¿Qué ha salido positivo el qué? ¿Te has hecho el test sin mí?”
“Sí, no aguantaba más. Yo creo que ha salido positivo. Míralo tú, que estoy muy nerviosa”
Y sí, era positivo.
Carla estaba embarazada.
Nos fundimos en un abrazo eterno, con lágrimas en los ojos, y temblores por todo el cuerpo.
En ese momento, éramos los más felices del mundo entero, sin ningún tipo de duda.
Lo habíamos pasado tan mal, y habían sido tantos los disgustos, que yo esa última vez le dije a Carla que ni se lo hiciese, que aguantase, que si se había quedado embarazada ya nos enteraríamos cuando le saliese la barriga…🤣🤣🤣
El embarazo, como os podéis imaginar, lo vivimos con muchísima ilusión, tanto nosotros como todos con los que íbamos compartiendo la noticia.
Era una fiesta y una alegría tras otra.
Luego, vino la ilusión de saber si sería un niño o una niña.
La ilusión de elegir el nombre.
La ilusión de preparar la habitación, la ropita, y demás cositas.
La ilusión de hacerle fotos a la barriguita de mamá.
La ilusión de conocer por fin a tu hijo.
Ilusión, ilusión, ilusión, y más ilusión.
Y era tanta la ilusión, que uno idealiza también incluso estos primeros días/semanas de vida de tu pequeño.
Yo me imaginaba estos primeros días como algo super bonito, con el bebé durmiendo a todas horas, y con tiempo para todo.
Para entrenar a pádel, para entrenar físico, para montar muebles y hacer remiendos por casa, para leer, para escribir, para estudiar inglés, para ver series y pelis los tres juntitos, para salir a pasear, para cocinar y comer saludable y disfrutar de ello…
En definitiva, seguir con mi vida anterior.
¿Cómo iba yo a pensar que eso no iba a ser posible, si no tenía que ir a trabajar?
No me cabía en la cabeza.
Craso error.
Nada más lejos de la realidad.
Ahora es cuando os digo, que claro, como todo el mundo en las redes sociales comparte solo lo bonito, pues uno vive engañado.
Y puede que sea verdad. Pero en las redes sociales.
Pero yo venía avisado por algunos amigos que habían vivido algo similar a lo que estoy viviendo yo ahora.
Y también venía avisado por mi mujer, que se había leído una biblioteca entera de libros hablando sobre estos temas.
Pero no hice caso. No los escuché. Y la hostia de realidad ha sido pequeña.
Ahora os comprendo a muchos, amigos.
Eso sí, dejad de hacerme vudú, cabrones.
Lo primero que hizo Pau al nacer, fue llorar.
No se esperó ni a tener el cuerpo entero fuera del de la mamá.
Pero claro, ese llanto, es alegría, tiene buenos pulmones.
Se lo colocaron en el pecho a mamá.
Que momento más tierno…🥰🥰🥰
Lástima que se estropease a los dos minutos porque Pau nació con un frenillo muy largo y grueso que le impedía mamar bien, y le hizo a mamá los pezones en sangre viva rápidamente.
Menuda odisea está pasando la mamá con el tema de la lactancia.
Primer corte de frenillo en el hospital insuficiente, y primera semana de lactancia horrible, teniendo que recurrir en los primeros días a suplementar con una jeringa mientras te chupa el dedito, y con biberones una vez en casa por no seguir haciendo el notas con el dedo.
Con una semana de vida, segundo corte satisfactorio.
Simplemente tener que decidir si hacerle una frenectomía o no a tu hijo de 7 días, ya es un aviso de que esto de ser padres no va a ser coser y cantar… Qué mal cuerpo tener que hacerle pasar por eso, aunque te digan que no duele y no se entera, y sobre todo, tener que decidir algo por alguien, que le puede acarrear problemas en un futuro tu decisión de hacerlo o no hacerlo.
Mejorías en la lactancia en la segunda semana y lo que llevamos de tercera, pero sin llegar a ser sin molestias para la mamá, y por tanto, teniendo momentos de mucho dolor y teniendo que recurrir a los biberones, aunque de forma mucho más espaciada en el tiempo.
Por lo que sea, no sabemos si por el tema de la lactancia, por cólicos, por reflujo, por estar contracturado…Llora.
Más que llorar, berrea, grita.
Y lo hace muchas veces a lo largo del día.
Y cuando lo hace, lo único que lo calma es mamar, o estar en brazos.
Teniendo en cuenta que debe mamar cada dos horas aproximadamente, y que después de hacerlo tiene que estar un ratito erguido para ver si eructa y esas cosas, y luego le tienes que cambiar el pañal, y luego quizás en lugar de dormirse, llora, y tienes que tenerlo en brazos.
Pues claro, así, sí que es posible no tener tiempo para nada más.
Y si además sumas, que cuando lo tienes en brazos, no es suficiente con eso, sino que tienes que estar cantándole algo, de pie, y a poder ser mientras haces como una especie de trote suave para que se calme, pues te puedes cagar.
No os lo creeréis, pero tengo agujetas en las putos gemelos. 😅😅😅
¿Y para qué os cuento esto?
Pues para que no os pase como a mi.
Escuchadme.
Escuchad a vuestros amigos cuando os lo cuenten.
Esto es muy duro.
Acordaros que nosotros lo teníamos como objetivo vital.
Era lo que más queríamos en el mundo.
Y aún así, estas dos primeras semanas de vida de nuetro peque, están siendo un “infierno”.
El llanto del bebé te destruye mentalmente.
No dormir hace que estés todo el día sin energía y que sea mucho más fácil que pierdas los nervios.
Comes mal, y rápido. Con ansiedad por si en cualquier momento empieza a berrear y te toca hacer de nuevo un poco de ejercicio con él en brazos.
Y todo esto hace que además, lleguen las primeras discusiones por esto o lo otro.
Seguramente, sonará todo muy exagerado.
A mi también me lo parecía.
Pero mejor preparar el cuerpo para esto, y si luego te sale un niño que duerme y come bien, pues estupendo, eso que te llevas.
Pero si te sale un Pau de la vida, más vale que te pille preparado.
Hay una frase que a mi me encanta: “Vivimos de expectativas”
La nuestra, ahora mismo, es que pasen rápido estas primeras semanas, y podamos por fin disfrutar de nuestra nueva vida, y no sufrirla.
Un abrazo.