No trates de controlar lo que está fuera de tu control, sino que aprende a controlar lo que está dentro de ti.
Epitecto
Esta semana volví a entrenar a pádel después de seis semanas sin hacerlo, y en lugar de volver a casa feliz y contento, volví asqueadísimo.
Uno de los jugadores que habitualmente juega en la derecha, dijo que quería entrenar en el revés, porque durante el fin de semana competía, y tenía que hacerlo en esa posición.
Ante esa petición, el monitor me pidió a mí entrenar en la derecha.
Él sabe que no me gusta entrenar en la derecha.
Sabía que llevaba seis semanas sin ir a entrenar.
Sabía que para mí, en este momento, es muy complicado sacar tiempo para ir a entrenar.
Y aun así, sabiendo todo eso, me lo pidió de todos modos.
Soy una persona transparente, sincera, y cuando algo me sienta mal o no me gusta, no hay manera de que no te des cuenta.
Sobre todo si estoy un poco débil de coco en ese momento.
Inmediatamente, se percató de mi cara de amargado, pero supongo que no pensaría en ningún momento todas estas cosas que acabo de comentar que pasaban por mi cabeza, ya que se limitó a hacerme un par de comentarios muy alentadores…
“Puedes sonreír, ¿eh? Aquí no tienes a tu hijo llorando para que hagas esa cara.”
“¿Le digo a Arturo que entre a entrenar por ti?”
Arturo es un compañero que estaba fuera tomando el sol y viendo el entrenamiento, ya que ahora mismo, por cosas que no vienen al caso, no puede hacer mucho más deporte que eso.
A partir de ese momento, tenía más ganas de irme a mi casa que de quedarme allí entrenando.
Intenté volver, pero entre que la cabeza no iba como debería, las piernas tampoco, y mucho menos la mano, no hubo manera.
Lo que tenía que ser una mañana de deporte y diversión, pasó a ser una mañana de mierda.
Me supo mal que no pensara que llevaba seis semanas sin ir a entrenar, pasándolo regular por mi reciente paternidad, no dormir, etc.
De todos modos, obviamente, todo es culpa mía.
No supe gestionar la situación.
No supe gestionar mi ego.
No supe aplicar los principios de la filosofía estoica que tanto me gusta, y gente y factores externos a mí tuvieron el poder de cambiar mi sentido del humor para todo el día.
Permití que mi ego y frustración controlaran mi reacción emocional. En lugar de aceptar la situación con serenidad y enfocarme en lo que podía controlar, permití como digo que mi frustración me afectara profundamente, y mandase el entrenamiento a la mierda.
También habría sido útil en ese momento recordar la importancia de la humildad. A veces, es fácil sentirnos importantes y creer que merecemos un trato especial, pero recordar que solo somos una parte ínfima del mundo y que no somos el centro del universo, puede ayudarnos a mantener una perspectiva más equilibrada y humilde.
Puede que os parezca una chorrada, o un mal ejemplo quizás, pero quedaros con que al aplicar los principios de la aceptación, el autocontrol, y la humildad, podemos aprender a manejar nuestras emociones y a encontrar la claridad y serenidad en situaciones que por lo que sea nos resulten complicadas.
Espero que esta reflexión os pueda ayudar a vosotros también en algún momento.
Un abrazo.